«…Subimos al auto, puse música y le dije en chiste que nos parecíamos a Don Ramón y al Chavo del 8, y que finalmente el Señor Barriga nos había echado de la vecindad. Nos reímos con tristeza. A los pocos minutos y mientras llevaba a Carlos a la estación de trenes de Florencio Varela, me quise hacer el estadista superado y empecé a dictar los pasos de una táctica de control de daños: Comencé a explicarle a Carlos que, si bien era el fin de la Editorial, de alguna manera teníamos que tomarlo como un impasse, ya que yo lograría volver de alguna manera cuando finalizara el gobierno de Vidal. En los hechos, el único expulsado era yo. Ahora teníamos que cuidar el laburo de Carlos. Le pedí que se despegara de mi persona porque en esos momentos yo era un apestado, una mala palabra para la gente del Ministerio de Justicia. Si Carlos llegaba a hablar bien de mi o o pedía mi regreso a la 23, era obvio que no le iban a renovar el contrato que tanto esfuerzo nos había costado. Carlos me contestó que ni en pedo se iba a borrar. Me calenté. Le expliqué a Carlos que no tenía que portarse como un pibe caprichoso. Su trabajo era un símbolo de nuestra lucha, detrás de su nombramiento tendrían que venir otros muchos contratos para pibes presos cuando las cosas mejoraran. Carlos me entendía, pero no daba el brazo a torcer. Mi calentura se estaba transformando en ira. Apreté fuerte el volante y le expliqué a Carlos que había sido un día horrible y que teníamos que hacer control de daños. Lo indispensable era no regalarse, no hacerse echar. Le dije a Carlos que era el último mohicano y que no tenía que dejarse matar al pedo. Es probable que haya gritado, pude haberlo insultado. Carlos estaba sereno y me contestó que podía enojarme todo lo que quiera y hasta podía insultarlo (efectivamente lo insulté), pero yo era como un hermano mayor y que él siempre iba a dar la cara por mi. Fueron muchos años en que Carlos puso el pecho sin preguntar, de alguna manera me estaba diciendo que no me iba a dejar caer sólo. Me cago en la lealtad…»
(extracto del capítulo «El año que vivimos en peligro (2018)» del libro de Alberto Sarlo «Espectros del pabellón» que esperamos publicar en algún momento del 2021 si alguna editorial importante se copa en ayudarnos)