Hoy, miércoles 3 de marzo, estoy saliendo para dar clase en el pabellón de máxima seguridad N° 4 de la U23 de Florencio Varela, como lo vengo haciendo desde mayo de 2010. Por el COVID, el régimen de visita familiar se ha modificado y desde hace unos meses cada 15 días mis alumnos/compañeros/docentes reciben visita el mismo día que doy clase. Son 56 compañeros en el pabellón, de los cuales aproximadamente 50 reciben visita. Muchos opinarán que sería mejor que cada quince días cambie de día, para tener la totalidad de los alumnos en el pabellón. Esas mismas personas se preguntarán si no es una pérdida de tiempo dos horas y pico de viaje (entre ida y vuelta), para luego dar tres horas de clase/charla/mateada/filosofada para tan sólo tres, cuatro o cinco compañeros. Cinco horas en un centro de tortura para tan sólo cinco alumnos como mucho… Yo respondo contundentemente que SÍ, QUE TIENEN RAZÓN. MIS CLASES SON UNA PÉRDIDA DE TIEMPO. ACLARO: TODO LO QUE HAGO EN UN CENTRO DE TORTURA ES UNA PÉRDIDA DE TIEMPO Y POR ESA RAZÓN, POR SER UNA ACCIÓN INTEMPESTIVA CONSIDERO ESENCIAL ESTE TIPO DE PEQUEÑA COMUNIDAD GESTADA EN EL PABELLÓN 4, máxime cuando quienes reciben la clase son compañeros que además, sufren la ausencia familiar en un ámbito donde reina la angustia. Mi accionar es una pérdida de tiempo precisamente porque parto de la premisa que «uno enseña filosofía aprendiendo filosofía». En un mundo capitalista, patriarcal y extractivista, todo aquel que deja de trabajar con fines utilitaristas es un inútil y precisamente la filosofía es caracterizada por los «libertarios y los emprendedores» como un «saber inútil». Reivindico la inutilidad. La filosofía inútil se aprende de dos maneras: Primero leyendo un montón y segundo cediéndole el espacio al «otro», al distinto, al marginado. No sé si soy un buen docente, pero sí sé que leo mucho. Tampoco soy consciente de cuánta apertura tengo con mis compañeros, lo que sí sé es que recibo mucho afecto de parte de ellos. Segunda aclaración: No soy un docente paternalista, no voy a realizar «buenas obras con los descarriados», no soy pastor de rebaños, no soy resocializador ni mucho menos portavoz de contenidos bienpensantes. Soy un mero docente autodidacta que milita el territorio y que reivindica derechos pisoteados. Es más, soy algo aún más vulgar: soy un hombre blanco, un burguesito proveniente del privilegio que ingresa de prepo y sin autorización oficial en un centro de tortura estatal destinado a los marrones, a los negros, a los nadies. Si en nuestra comunidad del pabellón 4 hemos podido alfabetizar a más de mil compañeros en once años y hemos podido publicar y regalar más de 28 mil libros escritos por detenidos/torturados es porque mis alumnos/docentes advirtieron que ingresé en su territorio con una disposición subjetiva hospitalaria. Soy un visitante/compañero que permite alojar dentro suyo lo mucho que los 56 compañeros detenidos me ofrecen. Por eso voy todos los miércoles a un centro de tortura. Por eso desde hace once años me apasiona perder el tiempo.
Alberto Sarlo

 

this

Comentarios desactivados en

Archivado bajo Sin categoría

Los comentarios están cerrados.