La docencia y el territorio

En mayo de 2010 comencé a enseñar literatura en la Unidad de Máxima Seguridad 23 de Florencio Varela como parte de un proyecto que yo mismo presenté en el Ministerio de Justicia de la Provincia de Buenos Aires. Decidí enseñar “ad honorem” literatura con la finalidad de fundar una editorial cartonera. La literatura y la editorial eran una excusa para fomentar la lectura. Escribir era la excusa para que lean. Para que leamos. Tenía que hacer algo y ese algo no podía estar vinculado con mi carrera de abogado. La crisis del 2001 me había enseñado que el Derecho para lo único que sirve es para profundizar las desigualdades. No hay capitalismo sin leyes que lo protejan. No hay mercado sin leyes que desregulen las trabas de su expansión. El capitalismo es una estructura económica basada en leyes, leyes defendidas por abogados, abogados que pueden trabajar como lo hago yo, en la profesión liberal, o que pueden pasarse al Estado y hacerlo como jueces, fiscales o defensores públicos, pero siempre deben haberse recibido de abogados. Abogados que aplican la ley de los justos, justos que defienden un conjunto de normas que dan vida al sistema social, económico, demográfico, cultural e ideológico que se necesita para que una sociedad desarrollada funcione por medio del mercado y la propiedad privada. En ese sistema defendido por abogados, están incluidas las empresas, los estados nacionales y provinciales, los bancos, las financieras, las bandas criminales del conurbano y las mega bandas criminales de Wall Street. El neoliberalismo es una de las distintas facetas del capitalismo que aboga por la ausencia de controles de mercados: nos dice que la ruta óptima hacia la prosperidad pasa por que los individuos persigan su propio interés particular, y que el mercado es la única vía de expresión de ese interés propio. Nos dice también que el Estado debe ser mínimo (reducido a fuerzas policiales de choque urbano y de vigilancia interna), que la especulación financiera es positiva, que la desigualdad es un hecho natural que promueve la perspicacia para encontrar nuevos negocios en las crisis y que nuestra humanidad no es ni más ni menos un escenario de supervivencia del más apto, al mejor estilo darwinista. Los neoliberales leyeron muy mal a Darwin o lo que es peor, inventaron una lectura.

Por eso alfabetizamos en el Pabellón 4. Nuestros propios compañeros más avanzados enseñan a los compañeros recién ingresados a leer y a escribir. Es necesario que el analfabeto lea. Leer para resistir. Leer para tener una mínima posibilidad de defensa…(extracto del prólogo «La docencia y el territorio» del libro de Alberto Sarlo «Espectros del pabellón» que esperamos publicar en algún momento del 2020 si alguna editorial importante se copa en ayudarnos)

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