Ni Borges zafó de la requisa

Ese año fue muy duro para el proyecto. No es fácil alfabetizar y hacer docencia territorial en el Complejo Varela. Tal como he afirmado, las unidades de Florencio Varela representan lo más horrible y deleznable del ser argentino. No es desatinado afirmar que no hay peores cárceles en Argentina que las de Varela y que la 23 es una de las peores unidades del complejo. Al encontrarse a mitad de camino del conurbano y del campo (están bien a las afueras de Florencio Varela), ninguna de las torturas, muertes y suicidios tienen repercusión alguna en los medios. Sumado a eso, los propios penitenciarios reconocen que en la unidad 23 se tiran muchos tiros y se lastiman muchos pibes, yo puedo dar fe de que esa fama es veraz. Desde hacía años la cárcel la manejaba un preso complicado que estaba cómodamente alojado en el sector de mediana seguridad de la 23. Los directores de la unidad desde hacía años negociaban y pactaban con él. A ese preso le pondremos de nombre Perazzi. Durante muchos años era quien administraba, distribuía y controlaba los kiosquitos más redituables dentro de la cárcel. Perazzi no sólo articulaba con el Servicio Penitenciario, sino que también lo hacía con jueces y fiscales.En la 23 nunca hubo buena relación entre los presos de mediana seguridad y los de máxima seguridad. Perazzi era muy inteligente y sabía que si no jodía a los presos de máxima seguridad, ellos no se meterían en sus negocios. Mi pabellón, como ya he dicho, está en el sector de máxima seguridad. Perazzi me conocía y yo lo conocía a él. Yo nunca me metí con él porque él nunca se metió conmigo ni con ninguno de los pibes del 4. Cada vez que nos veíamos era un “Hola que tal Sarlo” a lo que yo contestaba “Hola que tal Perazzi”. Esos saludos eran códigos. El metamensaje que ambos nos mandábamos con esas palabras era “No cruces tu frontera que yo no cruzo la mía”. Eran códigos que se respetaban. Pero ese año un director quiso sacarlo a Perazzi. No lo quería sacar para sanear los negociados, sino para beneficiarse de los mismos. La idea fue cambiarlo por otro preso afin a sus intereses.

Empezó a correr el rumor que trasladarían a otra unidad a Perazzi y era obvio que ese tipo de movida implicaba sangre. Dentro del propio Servicio Penitenciario y del Poder Judicial había una interna ya que algunos funcionarios respondían a Perazzi y querían mantener el status quo comercial con él, mientras otro grupo quería meterse de lleno en sus negocios cambiando de preso. Un día llegué a la Unidad y en la puerta encontré decenas de miembros de policía científica. Había habido un tiroteo en la puerta de la Unidad 23 con decenas de disparos de metralleta y de fusiles FAL. Los impactos podían verse en el frente y en un cartel lateral del portón de ingreso. No murió ningún guardiacárcel de milagro. Desconozco si el fiscal que investigó el tiroteo pertenecía a la escudería Perazzi o a la destituyente, pero a las pocas semanas de la balacera hubo una serie de mini motines en la unidad que conllevaron miles de disparos de balas de goma mientras yo daba clases enyoguizado y respirando pólvora en el pabellón. Los pibes del 4 nos mantuvimos imperturbables en los reiterados actos de represión de los cuales fuimos testigos. Finalmente, el sector penitenciario liderado por el nuevo director, logró trasladar a Perazzi a otra unidad y colocar a un preso antichorro en su lugar. Fue el principio del caos. El poder en mediana seguridad se atomizó. Surgieron infinidad de caciques que deseaban negociar en forma directa con el SPB, salteándose al nuevo líder impuesto. Ese caos generó mucho nerviosismo en máxima seguridad. En la 23 empecé a ver como los presos volvían a pasearse con espadas debajo de la remera porque no había normas ni códigos que valgan. Habían pateado el hormiguero y no tenían hormiga reina de repuesto. Como siempre digo, en el SPB hay buenos tipos, tipos que valoran al ser humano, oficiales y guardias que quieren hacer su trabajo en forma honesta y con respeto por la vida. Gente querible y respetable. Debo decir que mi experiencia me demostró que esos penitenciarios son la minoría. En diez años de trinchera en el complejo de Florencio Varela lamentablemente conviví con una mayoría que fue o muy hija de puta, o muy pelotuda. Este nuevo director pertenecía a los muy pelotudos con aspiraciones de hijo de puta. Era la peor mezcla… (extracto del capítulo «Ni Borges zafó de la requisa (2017)» del libro de Alberto Sarlo «Espectros del pabellón» que esperamos publicar en algún momento del 2020 si alguna editorial importante se copa en ayudarnos)

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